A nada que abriera la ventana, la casa se le llenaba de ángeles. Patty andaba desesperada porque iban dejando por toda la casa un rastro de plumas y de pelusas que parecían algodón y eran muy difíciles de limpiar. Hasta que un día, escoba en mano, fue más fuerte el cansancio que el orgullo y decidió rendirse. Sin duda la mejor opción era mudarse. Así que se sentó en su escritorio para escribirle a John la carta que anunciaba su derrota. “De acuerdo, tú tenías razón. No fue buena idea venirse a vivir al último piso del Empire State Building”.
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