sábado, 13 de junio de 2009

OTROS VENDRÁN

En las calles, sentados a la puerta de sus casas en una triste silla y escuchándole por la radio. O en los salones, en la intimidad, soplando sobre los discos para quitarles el polvo y volverlos a poner. Suena Carlos Gardel en cualquier parte de la memoria y del alma. Y al escucharle (bastón en mano, copa en mano, corazón en lo alto) muchos dicen: cada día canta mejor. Lo más curioso es que es cierto.
Jesús Manuel Martínez, el ganador del XV Premio Internacional de Ensayo Jovellanos por su biografía sobre Salvador Allende, dijo que con el ex presidente de Chile sucedía un poco lo mismo que con Gardel: Allende cada día habla mejor.
Y tal vez su discurso, cada día, sea más necesario.
En medio de todos aquellos jóvenes que querían cambiar el mundo, llegó Salvador Allende, mayor, clásico, masón, vestido de traje. Al principio, desde luego, miraron con desconfianza a aquel hombre que parecía sacado del siglo XIX y que prometía llevar a Chile al futuro. Convencido como estaba de la democracia, enemigo como era de la revolución y la sangre, consiguió logros que otros no lograron alcanzar sin las armas: la reforma agraria, la nacionalización del cobre, derechos civiles para las mujeres… Allá iba con sus gruesas gafas, sus modales de galán, sus saberes de médico.
Pero hay cosas que no se perdonan.
Antes de que los militares entraran en el Palacio de la Moneda, antes de que él mismo se disparara una bala que destrozaría el hermoso laberinto de su cabeza, antes de todo eso, Allende habló por la radio cuando ya se sabía cadáver, y les dijo a los chilenos: “superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición puede imponerse”. Otros vendrán, pensaba Allende, porque así estamos hechos los humanos: para buscar la libertad y esa búsqueda es imparable. Otros vendrán, porque no podemos sobrevivir en la injusticia, porque nos iremos levantando, porque irán naciendo nuevos que también querrán ser libres, porque somos imbatibles, porque nadie nos engaña; porque con inteligencia y diálogo, con corazón y cabeza, con compasión y razonamiento abriremos las alamedas. Otros hombres y mujeres vendrán. Pero ¿han venido ya esas personas? ¿Somos nosotros? ¿Lo somos?

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