Decirle a Víctor García de la Concha que recuerde Asturias es como pedirle que cierre los ojos y relate cómo es su pierna o su brazo. Hablando en palabras, como le gustaría a él, recordar viene del latín re (de nuevo) y cordis (corazón), por lo que significa “volver a pasar por el corazón”. Víctor García de la Concha no necesita que las imágenes de Asturias le vuelvan a pasar por el corazón, porque siempre las tiene ahí, porque son como su pierna o su brazo: no nos supone ningún esfuerzo pensar en lo que tenemos presente. En su despacho de la Real Academia de la Lengua, rodeado de todos los diccionarios del mundo, la biblioteca de Dámaso Alonso, el lugar donde dejan el paraguas y el sombrero los académicos, el retrato original de Teresa de Jesús y un “autógrafo” de Cervantes, Víctor García de la Concha, de piel suave y blanca, habla despacio, como si supiera perfectamente poner los puntos y las comas entre las palabras que dice, haciendo enunciados perfectos y transmitiendo una enorme responsabilidad a quien le toca transcribirlas. Pero García de la Concha no da miedo; es un hombre atento, afable y sabio, que une y acerca, como lo hace su voz con las palabras. Conociéndolo, uno entiende cómo ha logrado atar con un lazo invisible y sólido tierras separadas por un océano, alejadas en los mapas y hermanadas por una misma sangre: el español. Ha conseguido una asombrosa cartografía de palabras.
El primer día de Primaria , Víctor García de la Concha entró en una clase en la que alguien había dibujado en la pizarra a don Quijote y a Sancha Panza. Luis Cortés, el viejo maestro, tenía los dedos manchados de tiza de colores. “Fue él, junto con mi familia, quien me inculcó el gusto por las letras” afirma el maliayo, enunciado los dictados, redacciones y lecturas que Cortés les mandaba hacer. Dicen que la infancia es el jardín en el que siempre estamos destinados a vivir, y el de De la Concha tenía y tiene forma de biblioteca. Su padre, lector excepcional, fue destinado como juez a Galicia; un sacerdote de allí tenía una extensa colección de literatura en la que Víctor García de la Concha se refugiaba a leer en los veranos, llenándose y rellenándose de letras. Siempre fue más de libros y plumas que de Ciencias, afirma el director de la Real Academia recordando sus años en el seminario de Oviedo.
En la carrera de Filosofía y Letras, en Oviedo, no sólo encontró un refugio, una vocación y una profesión, sino que allí descubrió a maestros y cómplices. Como Emilio Alarcos, nombre fundamental, pedestal de los lingüistas. “Gocé de su amistad desde muy pronto. Fue uno de los filólogos más completos que he conocido”. Recalca De La Concha que Alarcos fue el introductor de las corrientes lingüísticas europeas y con gran vinculación a la vieja escuela de filología española, como Dámaso Alonso. Somos un cúmulo de personas y la suma que resultamos de ellas, por eso hay nombres de la Universidad están ligados para siempre a De la Concha, como el catedrático de Literatura y rector José Miguel Caso, o José María Martínez Cachero. “Fui un privilegiado en los estudios” reconoce.
En su carrera docente recorrió casi todos los tramos: adjunto en instituto, catedrático, profesor numerario, oposiciones de agregación, y finalmente catedrático titular. Sacó la plaza para Murcia, pero no llegó a estar allí; lo mandaron a Zaragoza. García de la Concha, trabajador minucioso e incansable, dejó en aquella Universidad una huella indeleble: “Pasé a poner en marcha la literatura, doté de cátedras y titularidades un departamento que, a mi juicio, fue de los primeros”. Si somos suma de personas, para el director de la Real Academia hubo una que se convirtió en ecuación perfecta: Lázaro Carreter, con quien, afirma, llegó a tener una amistad de hermano. El filólogo zaragozano le insistió para que se marchara a Salamanca, a esa universidad humanista por excelencia y de gran tradición, ya que había quedado una cátedra vacía. En los años 70 Víctor García de la Concha hizo sus maletas junto a su mujer, catedrática de instituto, para desembarcar en la ciudad del Tormes, y su nombre ha quedado ligado para siempre a Salamanca, como el de Unamuno o Fernando de Rojas. Lo que natura non da Salamanca non presta.
Tripulando el barco
La llamada de la Real Academia llegó un día de 1991 e ingresó en mayo de 1992. “Al poco de ingresar, la Academia se encontraba sin secretario, ya que José García Nieto (quien ejercía entonces este cargo) tenía problemas de salud”. Y de nuevo entra Fernando Lázaro Carreter en su vida, provoca la suma, continúa multiplicando. El por entonces presidente de la Academia le propuso a García de la Concha que fuera él quien asumiese el puesto. Al poco tiempo de convertirse en secretario, Lázaro Carreter enfermó y estiró sus manos para pedirle al maliayo que él fuera sus brazos. “Me pidió que colaborara para realizar el programa de reforma. Todo era planificado por Lázaro, pero el que lo ejecutaba era yo; él ni siquiera podía viajar”. Cuando terminaron los dos periodos como director de Carreter, la Academia pensó que habíaa que dar continuidad a esos proyectos. Desde 1999, Víctor García de la Concha dirige y tripula la Real Academia, enarbolando un legado que ha hecho suyo.
“Recuerdo que, hablando con Fernando, me dijo dos cosas: la primera, consolida la situación económica”. Durante la dictadura, la institución pasó momentos de pobreza absoluta, ya que la Academia se negó a que Franco destituyera a los académicos republicanos en el exilio. “ Y la Academia lo pagó con la restricción de las subvenciones”. García de la Concha logró enderezar el timón y llenar lentamente las arcas; sin remos un barco no puede navegar. En la actualidad trabajan en la RAE unas 70 personas de forma permanente (filólogos, gramáticos…), y en distintos proyectos unas 35 empleados. Salvado el primer escollo. “La otra cosa que me dijo Fernando fue: América”. Lázaro Carreter, por problemas de movilidad, no pudo llevar a cabo ese proyecto. Sería García de la Concha quien iba a empezar a volar y a unir, a tejer y remachar. Y América, esa palabra. Esos millones de palabras.
América.
Al día siguiente de ser elegido director, Víctor García de la Concha tenía 39 de fiebre. La gripe nunca pregunta cuándo puede presentarse.Casi con el termómetro bajo el brazo, el nuevo director recibió una importante invitación: el Rey le llamaba a su despacho particular para felicitarle. “Para el Rey, la Academia es una institución familiar. Hay que recordar que es patrono constitucional de la Academia, y es un cometido que ejerce con dedicación y cariño”. La primera recomendación que el Rey le hizo a García de la Concha fue la misma que la de Lázaro Carreter: América. Esa palabra. “Me comentó que había que fomentar las relaciones con América. Me dijo: avísame, que abro las puertas y hablo con quien sea”.
Comenzó así Víctor García de la Concha a visitar los 19 países iberoamericanos (que, junto a España, Norteamérica y Filipinas, forman la Asociación de Academias de la Lengua Española). Fue el primer director que las visitaba de forma oficial. “Esto permitió esa realidad que es hoy la Asociación de Academias de la Lengua. Una gran institución de servicio a la lengua, envidiado por países como Francia y Alemania”.
Fue en 1951 cuando Miguel Ángel Alemán Valdés, presidente de México, decidió convocar el I Congreso de Academias con el propósito de trabajar en unión por la integridad y crecimiento del idioma español. En esa ocasión, la Real Academia Española no pudo acudir, puesto que Franco volvió a poner la condición de que rompieran la relación con los académicos en el exilio. Pero en 1956, el II Congreso se celebró en Madrid y España se resarció. “Dámaso Alonso pronunció un fantástico discurso en esa ocasión, un discurso revisionista, en el que pedía la creación de centros de estudio y la lucha por la unidad de la lengua”. Víctor García de la Concha explica de nuevo las malas condiciones en las que se encontraba la Academia durante la dictadura franquista y cómo en esos años no había medios y “existían otras cosas en las que pensar”. La verdadera colaboración entre las Academias llegó con él, en los 80, cuando comenzó a existir esa voluntad y se consiguió, según sus propias palabra,s “gracias al Rey y a las comunicaciones día a día.” Llevan 11 años de trabajo continuo, de acción conjunta, que ha dado frutos como la “Nueva Gramática”, una obra monumental de 3.000 páginas, que refleja el español total, un mapa en relieve del mundo hispanohablante, que contiene la norma común y las variedades de cada lugar, atendiendo al español vivo de hoy en día sin perder la tradición. “Son obras comunes y tenemos que ser consecuentes” explica De la Concha. “Los acuerdos son por mayoría democrática , y también el reparto de los beneficios económicos. La lengua es un patrimonio común de 20 países, de los cuales España es sólo la décima parte.” El maliayo se muestra inmensamente agradecido por la ayuda que supuso el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2000 a la Asociación de Academias de la Lengua Española con motivo de sus esfuerzos de colaboración y consenso. “Vinieron los de todas las Academias, y entre todos se levantó la escultura de Miró. Los acdemícos asumieron este premio como una ratificación, como un seguid así que estáis en buen camino”
Más del 80 por ciento de su trabajo diario lo dedica a América. “El ser director de la RAE también implica ser el presidente de la Asociación de Academias, lo que me da la responsabilidad de cada una” explica De la Concha. Una de sus funciones, por ejemplo, es asegurarse de que las Academias tengan una buena sede, una casa que acoja todas las palabras para que no se queden huérfanas. En Honduras, el huracán Match segó el país, y con él la sede de la institución. Lo mismo ocurrió en El Salvador. “Hablé con los presidentes, a ver si podían darle a la Academia un edificio con cierta nobleza”. Y lo consiguió; De la Concha logró rehabilitar espacio para las palabras y hoy en día, en estos países se encuentran en espléndidos edificios. Así como también en Ecuador, o en Costa Rica, donde la Academia de la lengua se aloja en un preciso edificio que antiguamente era la estación del ferrocarril. “Pero no solamente trabajamos en lo material” añade. “Los presidentes deben ayudar en proyectos, en posibles dificultades”. Aquel niño que veía en una pizarra de Villaviciosa a don Quijote y Sancho explica que jamás ha tenido ninguna traba, a pesar de las diferencias políticas de los países entre sí. “La lengua nunca tiene problemas” afirma, y ésta es la bandera con la que se mueve por el mundo. “Incluso fui a Cuba y logré que Fidel Castro dotara a la Academia con una sede, y no hubo ninguna complicación”. “La lengua está por encima de las diferencia políticas” vuelve a recalcar, “y ayuda a la diplomacia y al entendimiento”.
La fábrica de diccionario
García de la Concha confiesa que la “Nueva Gramática” ha tenido una acogida extraordinaria e impensada. Previamente había realizado el “Diccionario Panhispánico de dudas”. Como al día recibían entre 400 y 500 cuestiones que intentaban contestar, como mucho, cada 24 horas, tomaron la decisión de hacer ago al respecto. Y así nació este diccionario. “Decidimos sentarnos y consensuar las 8.000 dudas más frecuentes. Los periódicos hispanohablantes lo han aceptado como norma”.
Ahora mismo están preparando una nueva edición de la “Ortografía”, “muy completa, muy al detalle”. En la Academia se realiza un trabajo titánico, diario e imparable. “Llevamos a cabo la tarea cotidiana de la actualización del diccionario” relata de la Concha. “Las distintas comisiones se reúnen los jueves, que es el día central. Pero tanto nos desborda el trabajo, que hemos tenido que crear un Centro de Estudios de la RAE, que es donde están las verdaderas fábricas de producción”.
La más alta distinción de la Casa Real
A Víctor García de la Concha le brillan los ojos, sonríe, se azora, se le entrecruzan la humildad y la felicidad cuando le hablan del Toisón de Oro, la más alta distinción que concede la Casa del Rey, y con la que acaba de ser distinguido en reconocimiento a su entrega al servicios de España, de la Corona y la unidad de la lengua española. El director de la Real Academia y Javier Solana son los únicos en toda la historia que ostentan este galardón sin poseer ningún título nobiliario. Tras Torcuato Fernández Miranda, duque de Fernández Miranda y presidente del Gobierno en 1973, es el segundo asturiano que lo consigue. “Fue una cosa de sorpresa absoluta. Inesperada, insospechada” relata García de la Concha. “Se produjo con una llamada directa del Rey. Quedé sin palabras. Creo que es un exceso de generosidad por parte de Su Majestad, ya que yo no hice más que lo que me pidieron: cuidar de América. Si alguien tiene algo que agradecer es la Real Academia a la Corona. Siempre están con nosotros cada vez que presentamos un proyecto, y si no son los Reyes, son los Príncipes. La protección, el apoyo de la Corona es constante. Por eso, si alguien debería dar un premio, sería yo al Rey y no al contrario.”
La biblioteca, el universo
A Víctor García de la Concha le premia el Rey, pero él mismo también es un soberano. Un soberano sin corona ni cetro pero con miles de súbditos (las palabras) y un hermosa palacio (la sede de la Academia). Junto al Museo del Prado se encuentra esta casa de letras, y puntos, y comas, y hojas, y tintas. Magníficas escaleras, altísimos techos, suelos de palacio, alfombras, vidrieras, maderas, y hasta el mismo ascensor está hecho con “un mimo especial”, cuidando cada detalle. Víctor García de la Concha también es en parte responsable, y si de algo se siente orgulloso es de haber restaurado las bibliotecas. Porque este edificio sin bibliotecas, sería como una casa sin camas o sin luz. Entrando en ellas uno se siente un poco Borges, que creaí ver el universo entre las estanterías de libros. Y tal vez sea así. “En los años 60” explica García de la Concha “la Academia era muy pobre, pero seguía llegando libros. Así que se deshicieron de las estanterías de madera antiguas, y las cambiaron por metálicas, que entraban más volúmenes”. El director de la RAE se propuso recuperar aquellas estanterías, y las fue rastreando hasta encontrarlas en un colegio mayor de Alacalá de Henares. Restauradas, vuelven a estar en su sitio. Retorna el trono al palacio.
Presidente de la Fundación Cardín, profesor, investigador, escritor, catedrático en la Universidad de Salamanca durante 30 años, guionista de la serie televisiva “Teresa de Jesús”, autor de obras como “Nueva lectura del Lazarillo de Tormes”, director de la revista “Ínsula”, de las colecciones “Austral” y “Clásicos Castellanos”, Doctor Honoris Causa por media docena de universidades, Medalla de Plata del Principado de Asturias, Premio Fernando Lázaro Carreter, Toisón de Oro, director de la Real Academia, verdadero motor de unión del español en el mudno… y esto sólo es un nimio resumen. Todas estas cosas suelen decirse al principio, para que uno tenga en cuenta a quién va a escuchar. Pero tal vez con Víctor García de la Concha sea mejor así; que estemos dispuestos a escucharle de la misma forma que él habla, con cercanía, limpieza, fijación y esplendor. Porque este hombre ha unido un legado increíble como es nuestra lengua, ha puesto a millones de personas de acuerdo, ha roto y triturado fronteras, ha demostrado que la lengua es un arma para la diplomacia, y en definitiva, Víctor García de la Concha nos dice que el habla está viva y hay que cuidarla encendiendo velas por las noches y abriendo ventanas por el día.
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