«No hay mayor inspiración que la obsesión»
La narradora y periodista asturiana, Premio Internacional Emilio Alarcos por su novela 'Los libros luciérnaga', presenta su obra en la librería santanderina Gil
20.10.09 -
La narradora y periodista asturiana Leticia Sánchez Ruiz obtuvo el IX Premio Internacional de Novela 'Emilio Alarcos Llorach'. Su obra, 'Los libros luciérnaga' (Algaida), se ha destacado como «brillante, ambiciosa y original». La librería santanderina Gil, en la Plaza Pombo, acoge hoy la presentación de su novela a cargo de Daniel Díaz, en una velada, a las ocho de la tarde, que contará con el testimonio de la propia narradora. Su obra es una miscelánea de fuego y palabras donde confluyen una serie de personajes y sus respectivas historias y vidas cruzadas. 'Los libros luciérnaga' conjuga «una historia de amor, otra de búsqueda y otra de uno de esos hombres tristes que quieren hacer la revolución y acaban poniendo un bar».
-¿Cuales son las señas de identidad de 'Los libros luciérnaga'?
-Empieza con una biblioteca ardiendo en medio de la noche. Cincuenta años después comienzan tres historias distintas.En cada capítulo se descubre un misterio y se plantea otro. Es como una gran caja repleta de pequeñas cajitas que contienen secretos.
-¿Cabe hablar de metaliteratura a la hora de referirse a su novela?
-Sí, los libros juegan un papel muy importante en todo la historia: nos encontramos con bibliotecarios, libreros, escritores, lectores, coleccionistas de libros. De una forma, a veces evidente y otras solapada, los libros van a tener muchas de las claves de esta historia. Y, por supuesto, las referencias a autores o a determinadas novelas son casi obligadas. La verdad es que no hay mayor inspiración que la obsesión, y yo he vivido siempre con los libros encima, así que por eso están tan presentes en lo que escribo. Es como el que vive en África y escribe sobre las cebras.
-¿La necesidad de contar y de que nos cuenten historias subyace como reivindicación primordial en su libro?
-No sé si como primordial, pero desde luego es una de las grandes reivindicaciones. Casi todos los personajes ocultan secretos y descubren que otros se los ocultan a ellos. Si nos paramos un momento a pensar, descubriremos que hay infinidad de cosas que desconocemos de las personas que nos rodean, incluso de nuestra familia. Historias que creo que son necesarias porque cada persona no es más que un cúmulo de todas ellas. De alguna forma mi libro es un mosaico de pequeñas historias y, cuando se acaba, uno se da cuenta de que todas esas piedrecitas forman en realidad un dibujo.
-¿Dónde se sitúa el origen de 'Los libros luciérnaga'?
-Pues en 'la semana mágica'. Yo la llamo así, porque fueron una serie de coincidencias que transcurrieron en muy pocos días. Tuve que hacer una reportaje sobre el incendio de la biblioteca de la Universidad de Oviedo (que, aunque también ardiera como la del libro, no tiene nada que ver), al día siguiente me mandaron hacer otro reportaje sobre una librería de anticuario, después un amigo mío me contó una historia alucinante sobre su familia, y así otros cuantos sucesos más. Hay veces que parece que todo lo que ocurre apunta a una misma dirección. A mí me ocurrió eso: encontré una especie de nexo de unión entre todas aquellas cosas que me sucedieron en esa semana. Así nació, y comenzó la hipnosis.
-¿El premio ha cambiado su concepto de la literatura y el lugar que debe ocupar en su vida?
-Pues, por muy raro que parezca, lo cierto es que no. Desde niña esperaba este momento, el de publicar mi primera novela, como quien espera un tren que sabe que tarde o temprano tiene que pasar. Siempre me he visto como escritora. Y sin embargo, ahora me parece que le está pasando a otro. Cuando se cumplen los sueños siempre tienen algo de irreal. Aunque la verdad es que sigo como antes.Ahora al menos sé que a alguien sí le importan mis historias.
-¿El ejercicio del periodismo la condujo a narrar, o considera que ambos participan de idéntica necesidad?
-Lo cierto es que fue la necesidad de narrar lo que me condujo a ser periodista. Estudié Periodismo porque me iban a pagar por escribir todos los días. Lo único que pretendía con esta carrera era ganarme los cuartos hasta que consiguiera llevar los garbanzos a casa con mis libros. Pero he de confesar que, aunque vivir únicamente de la literatura es algo que me queda muy lejano, no creo que renuncie nunca al periodismo, al menos de forma total. No sólo responde a una determinada forma de narrar, sino que esta profesión (que tiene muchas desventajas) tiene como ventaja que puedes conocer cosas, personas y lugares que de otra forma no podrías descubrir.
-¿No cree que se abusa de la etiqueta 'joven' para ocultar muchas carencias y vender humo?
-La palabra joven se utiliza para decir: 'mira todo lo que le queda por delante', 'no seamos muy duros con él/ella, hay que tener en cuenta su edad', o 'pues está bastante bien lo que escribe para tener tan pocos años'. Es decir, suele usarse como promesa o como excusa. A mí me ha sorprendido mucho que teniendo 29 años todo el mundo insista en mi juventud. Pero, francamente, cuando te estás acercando tan peligrosamente y sin freno a los 30, que ves que se te escapa la juventud por culpa del calendario, que las noches son más cortas, que tus amigos se casan y tiene hijos, y que casi todo el mundo que saca discos tiene menos años que tú, pues oye, que te digan que eres tan joven la verdad es que anima.
-¿A qué teme más, a las dimensiones y exigencias del mercado, o a los calificativos que han despertado su libro?
-Sinceramente: a todo, para qué negarlo. Siempre pensé que cuando se ponía el punto final a un libro, ya estaba acabado. Pero sólo una etapa. Luego empiezan muchísimas más cosas, más luchas. Son muchas pruebas de fuego que hay que ir pasando. Por un lado está eso, el mercado, que siempre es impredecible y caprichoso, y por otra parte están los lectores. Lo cierto es que he recibido tan buenas críticas, que siempre temo decepcionar al que lo lea, susurrarle que no haga caso, que no es para tanto, porque tal vez no cumpla sus expectativas si es que las pone muy altas. Y ahora, que estoy escribiendo una nueva novela pienso: «vaya, ha gustado tanto la primera, que esta segunda, que no tiene nada que ver, no le va a gustar a nadie». Escribir es un oficio de chiflados.
-¿Siente alguna identificación generacional con lo que se escribe en estos momentos?
-No creo demasiado en las generaciones literarias, a no ser que haya compartido un suceso traumático, como una guerra, porque ese dolor influye y siempre se lleva. Mi generación es la de los niños de la democracia y cada uno ha optado por cosas muy distintas: por mirar atrás, por contar lo que ahora sucede o por imaginarse lo que podría suceder. Lo único que tenemos en común es la libertad. Y me parece la más hermosa de las identificaciones.
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