miércoles, 24 de febrero de 2010

LA MIEDOSA

Yo tenía un amigo que decía que es difícil hacer el amor con una mujer que tiene miedo a dormir sola. Es casi como un engaño.

La primera vez que ella se coló en su cama, que le hurtó el descanso como una ladrona de guante blanco, apareció en el umbral de la puerta asustada como una niña pequeña. Se notaba que quería evitar el temblor de sus piernas. Ella le preguntó, él no pudo negar cobijo. Ya entre las sábanas se abrazaron por costumbre, cuando la costumbre ni siquiera existía entre ellos. Y así el protector, lentamente, fue escondiéndose en la protegida.

Ella empezó a buscarle todas las noches, a veces le pedía permiso como si no lo hubiera hecho nunca. Él comenzó a esperarla con rutina y deseo (la contradicción se hizo complementaria). A veces venía terriblemente asustada y le abrazaba con tal fuerza que le clavaba sus pequeñas uñas mordidas. Él llegó a pensar que le mandaría registrar los armarios de la habitación por si había monstruos. Pero él, con sus trucos y sus besos, consiguió que el temblor de ella se convirtiera en estremecimiento.

Es difícil hacer el amor con una mujer que tiene miedo a dormir sola. Es como enseñarle una niña desnuda a unos borrachos.

Una noche, él la penetró y un gemido de ella se escapó a su oído: “Te quiero tanto que se me va la vida.”

Ya dijo él que era difícil hacer el amor con una mujer que tiene miedo de dormir sola. Es dañina, como un veneno. Ahora es él el que tiene miedo. Le tiene tanto miedo a ella como si fuera un monstruo infantil de esos que se esconden en los armarios. Le tiene tanto miedo que ya no puede dormir sin ella, le asusta que ande suelta por las noches.

Tal vez, piensa él, ella me temiese tanto que su único remedio fuera poseerme, como ahora es el mío. Tal vez, piensa él, el monstruo no estuviese en el armario sino entre las sábanas.

El miedoso y la miedosa se aman al fin, juntos frente al miedo de quererse.

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